¿Qué
se puede decir ante los manejos torpes de un gobierno que violenta los derechos
fundamentales, los derechos de las naciones y pueblos indígenas? El Estado es
definido también como el monopolio múltiple de la violencia, donde se destacan
el monopolio de la violencia simbólica y el monopolio de la violencia física.
La violencia simbólica esconde el carácter violento de las dominaciones,
mostrándolas como si fuesen naturales. Se da como una especie de obediencia
espontánea a las órdenes, normas, reglamentos y regulaciones estatales
inscritas en los esquemas de conductas y en las prácticas cotidianas, lo que forma
parte de la teoría del campo burocrático, que efectúa el análisis del Estado a
partir de una sociología y genética del Estado.
Evidentemente
no es exactamente una violencia simbólica, tampoco del todo una violencia
física; podemos decir, en principio que se trata de un abuso de autoridad,
delito tipificado. Se trata de un uso arbitrario del gobierno y de los puestos
ejecutivos para imponer una voluntad cuestionada.
Y esto se ve reflejado
en la hipótesis referida a las Comunidades
del ayllu Sullk’a Jilaticani que habitan en proximidades de Sacaca y San Pedro
de Buena Vista en el norte del departamento de Potosí, que rechazan la
explotación de yacimientos mineros en el cerro Mallku Qota por parte de la
transnacional canadiense South American Silver.
Los originarios se
movilizaron desde 2009 exigiendo la expulsión de la empresa, alegando que la
explotación minera a cielo abierto contaminará tierras y fuentes de agua
esenciales para la actividad agrícola. Las comunidades potencialmente afectadas
reivindican su derecho a defender lagunas y bofedales en la cabecera de la
cuenca Amazónica y de la sub cuenca de Río Grande.
Hablamos de acciones de
gobierno bizarras, torpes, forzadas, no del todo simbólicas, ni del todo
físicas, sino mezcladas. Hacer trampas, manipular, maniobrar, desconocer,
contar una versión de los hechos sin sostén empírico, pero con mucha propaganda
y publicidad, forman parte ciertamente de prácticas políticas, pero, que mucho
no tienen que ver con la estabilidad normativa del ejercicio burocrático y del
ejercicio normado, legal y legítimo de un Estado. Esto expresa una psicología
especial de los gobernantes, quienes consideran que el poder lo puede todo,
puede inventarse realidades, puede domesticar la realidad como si ésta fuera un
animal salvaje, susceptible de docilización.
La fuerza de estas
revoluciones socialistas y los proyectos populistas se encuentra en sus
movilizaciones iniciales, en sus actos revolucionarios y en los desbordes de la
participación popular. Las primeras equivocaciones consisten en limitar la
potencia social. La movilización prolongada de Bolivia ha logrado escribir y
aprobar, además de promulgar, a pesar de todas las dificultades en el camino y
la construcción dramática del pacto social, una Constitución que se abre a una
transición pos-capitalista, que se concibe de manera pluralista y
participativa. Este es un proyecto que contempla la integración y la
internacional de los pueblos en defensa de la madre tierra, en contra del
capitalismo.
Estas tareas son por
cierto difíciles, sin embargo, si no se intentan, nos encaminamos a una derrota
anunciada sin haber intentado el camino de las transformaciones pluralistas,
sabiendo que la peor derrota es no haberlo intentado.
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