CRÍTICA:
“EL DÍA
QUE MURIÓ EL SILENCIO” – PAOLO AGAZZI
“El día que murió el silencio”, es una película boliviana dirigida
por el cineasta Paolo Agazzi.
Protagonizada por Darío Grandinetti y filmada el año 1998 en Mizque, un
municipio ubicado en el Departamento de Cochabamba. En su
producción, el autor intenta expresar, a
través de una comedia y acelerada, con toques de ironía, el comienzo de la
radiodifusión en una aldea y el sensacionalismo de aquellas personas que se
jactan de saber más que los demás para aprovecharse.
El día que murió el silencio fue la única película producida
en Bolivia durante 1998, grabada con
sonido Dolby Digital y con guión
propio.
Que
esta película sea la única que se produjo en Bolivia en 1998 le da al filme un reconocimiento
épico, al margen de su calidad artística, de la que es imposible aislarse. Pero
es que "El día que murió el silencio" tiene más cosas a su favor, que
en contra, ya que es una película:
pequeñita, sencilla, reservada y cercana por lo que cuenta y por cómo lo
cuenta. La película nos devuelve a aquellos tiempos en los que la radio era
algo único e inalcanzable, un milagro. O así es como lo viven los habitantes de
un pequeño pueblo al que llega un manipulador que se sirve del encanto de la
palabra hablada para romper la armonía de este lugar primitivo con personas con
demasiadas emociones calladas. Situada en un lugar en el que todo es posible,
la cinta no es ajena al realismo mágico de la literatura latinoamericana, y lo
homenajea. Es inevitable alegrarse de que exista "El día que murió el
silencio" como testimonio de una filmografía escuálida y porque además nos
hace sonreír plácidamente. Sólo por eso, merece la pena ser vista.
La acción se desarrolla en una pequeña localidad
boliviana, llamada Villaserena, en la que no hay electricidad, y a la que llega
un hombre (Abelardo) que pretende instalar, a través de un generador, una
emisora de radio. Se llamará Radio Nobleza y ahí los habitantes del pueblo
podrán expresarse con libertad, lo que originará algunos problemas, por cuanto
la gente caerá en el chismorreo, lo que levantará algunas ampollas y
reproducirá diversos conflictos vecinales.
No
pocos se han referido a la calidad de las producciones de Agazzi en diferentes
oportunidades, donde cabe rescatar: “En primer lugar la capacidad de este
cineasta para afrontar un cine mayor en el que tanto por la estructura
argumental como por el manejo de actores se requiere un dominio de medios que
el realizador está logrando aceleradamente.
El
planteamiento de la película es interesante y tiene un arranque muy prometedor.
Sin embargo, el italiano Agazzi no acierta a culminar algunos hilos
argumentales que habían sido correctamente esbozados. La atmósfera costumbrista
está bien lograda, vehiculada a través de unos personajes entrañables, donde no
falta una acertada crítica hacia la utilización indebida de los medios de
comunicación social. El argentino Darío Grandinetti encarna a Abelardo, un
personaje que pretende aprovecharse de la ignorancia de la gente, pero que desaparece
ante una pasión que le desborda. El actor argentino lleva con acierto el peso
de casi todo el largometraje.
Es
claro que la historiografía que sugiere la película, trazada por relatos en off
en lagunas escenas por los mismos actores, está determinada por el contexto y
contenido de la historia que se quiere transmitir, acompañada del lenguaje,
fotografía e imagen. Es decir, esto nos postula, la comprensión del presente
como un sistema cumplido y encarnado, ya que en la actualidad el uso de
radiodifusoras no es considerado ni como algo único o novedoso, puesto que
ahora este medio de comunicación es utilizado para fines publicitarios,
anuncios y hasta de educación.
El
lenguaje y guión propio que utiliza el autor es considerado un tanto político,
ya que utiliza modos en el que el lenguaje del cine está determinado por lo que
quiere decir, y no por lo que nos cuenta, sino por lo que trata de intenta
transmitir con sus escenas, las mismas que encarnan la realidad en el cine, y
es por eso mismo que el cine de Agazzi es considerado importante en este
entorno.
Cabe
destacar a su vez, que la ilación que utiliza Agazzi en esta película al
mostrar sus escenas es emotiva e inesperada, ya que en cada cambio de las
mismas, su continuación va acompañada de una melodía distinta a la de la
anterior escena, lo que enfatiza y da una importancia relevante a cada trama,
causando en el espectador una emoción e intriga, que hace que cada acto se haga
más interesante que el anterior durante el transcurso de la película.
Entre
lo referido a la iluminación, cabe destacar que en la mayoría de las tomas
hechas dentro la película existe una magnífica iluminación que ayudan a
diferenciar con mayor precisión las escenas y cambios de plano. Entre los
planos más destacados encontramos plano general, que son mayormente al mostrar
el pueblo y sus alrededores, plano medio que es cuando se enfoca a los
personajes en una conversación, plano detalle para dar mayor importancia algún
objeto o hecho y primer plano en su mayoría.
En
lo referido a la causa – efecto de las escenas y escaletas, se puede enfatizar
la continuidad que estas presentan en cada toma y durante todo el transcurso de
la película, ya que los movimientos de cámara en zoom in y zoom on fueron los
que ayudaron en la continuación de cada una de ellas, además de las rotaciones,
movimientos de planos, y desplazamientos lentos, los cuales a su vez se
caracterizaban por presentar un trípode durante su filmación, lo que ayudaba a
mantener en un solo ángulo recto y sin movimientos bruscos cada toma y plano de
la película en su lugar y como debía ser.
En
resumen cabe distinguir el trabajo de Agazzi, por su recreación de lo vivido
anteriormente y rescatar y utilizar temas poco importantes para realzar la
trama de sus películas, lo que nos servirá a la vez para aprender a darle mayor
valor a problemas y cosas que actualmente no tomamos en cuenta. El trabajo de
este cineasta abarca la ironía, la ignorancia, la divulgación, la infidelidad,
la sencillez, la humildad, la falsa amistad entre los mismos vecinos y sobre
todo la ambición de uno que se aprovecha de los ingenuos.
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